¿Recuerdo, acaso, a algún profesor con especial cariño?
A lo largo de todo mi transcurso académico he visto pasar ante mis ojos a decenas de profesores: desde parbulario, pasando por primaria, secundaria, bachiller, y finalizando con los estudios universitarios, muchos han sido los docentes que han aportado su granito de arena a mi educación. No obstante, ¿recuerdo, acaso, a algún profesor con especial cariño?
No sabría responder con exactitud a esta pregunta, pero sí es cierto que recuerdo, a menudo, a dos profesores del grado de Filología Hispánica, ambos pertenecientes al campo de la literatura. Primeramente, empezaré por hablar sobre Juan de la Cruz, profesor de "literatura y análisis de textos literarios del siglo XIII-XIX".
Recuerdo perfectamente como fue nuestro primer contacto con dicho profesor, empezando por su apariencia física y vestimenta, todos llegamos al consenso de que era la viva imagen del caudillo, su "metro cincuenta" justos, el bigote y la calva le delataban. Por otro lado, nos encontrábamos frente a uno de los profesores mejor vestidos y perfumados del campus, siempre de traje y corbata, parecía que cada día estrenaba una americana nueva. Pero no toda la sorpresa residía en su imagen, sino en su forma de entender, interpretar y sentir la literatura.
En cada clase nos abría la puerta a una nueva percepción de la realidad, estoy segura de que no solo cambió nuestro concepto de la literatura, en especial la poesía; también nos ayudó a observar y analizar el mundo desde otra perspectiva, quizás una perspectiva más romántica, humanista, profunda. Vivía la literatura, adoraba a los autores que habían hecho posible el recorrido literario del que hoy podemos gozar y aprender, y todo ello lo transmitía de forma apasionante. En realidad, nunca he visto a nadie recitar tan bien poesía, como si en cada verso se le escapase un pedacito de corazón.
Otra cosa de la que siempre le estaré agradecida es que no daba demasiada importancia a las calificaciones, para él lo más importante no era el examen, sino el proceso de aprendizaje, el simple hecho de que al final del curso fuésemos capaces de recordar algo de todo lo que nos había enseñado.
Estoy segura de que año tras año sigue consiguiendo este objetivo, y esa es una de las razoanes por las cuales hoy dia sigue estando en mi mente.
Otro de los profesores que recuerdaré siempre con especial cariño es mi tutor: Carlos Mota, profesor de "Literatura Hispánica Medieval", ¡Sí!, por raro que parezca mi TFG se basó en el estudio de un poema de Pedro de Cartagena, poeta de la corte de los Reyes Católicos.
Con respecto a Carlos siempre cuento la misma anécdota, y es que fue el primer profesor que tuve en la carrera, y, sorprendentemente, desde el principio supe que acabaría con él el grado. Aparentemente distante y bastante serio, no establecía relación ninguna con el alumnado, sin embargo, me parecía un bueno hombre, y, sobre todo, buen docente. Partiendo de que esta asignatura no resultaba en absoluto interesante para muchos de nosotros, lo explicaba de forma clara y ordenada, de modo que no resultaba demasiado pesado ni lioso estudiarla.
Como tutor fue totalmente distinto a lo que había conocido de él en clase. Si bien en un primer momento también resultó ser un poco distante, "el roce hizo el cariño" y acabó tratandome como si fuera su hija. Puesto que el tema escogido era un poco complicado, se involucró y esforzó mucho porque entendiese los contenidos, y por despertar en mí un cierto apego por la poesía medieval. En todo momento me remarcó que el TFG era un modo alternativo de aprendizaje y que los errores estaban permitidos. Asimismo, me motivó para trabajar cada día y siempre me trató de forma amable, incluso llegó a pedirme perdón por si los borradores estaban demasiado manchados de rojo. Una vez más, la nota final no era lo más importante para él, sino el proceso de aprendizaje. De hecho, ninguno de los dos estuvimos totalmente de acuerdo con la nota final del trabajo, pero esto también me sirvió para dar mayor importancia a todo lo que había aprendido hasta la fecha.
No quisiera terminar esta entrada sin nombrar a
algunas buenas profesoras, y explicar que no he hablado largo y tendido sobre
ellas porque considero que he tenido menos trato. Aun así, aquí dejaré
recogidos sus nombres: Emiliana Ramos, Mari Jose Olaziregi, Genoveva Ascunce
etc.
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